Uno de los propósitos que tengo para este año es visitar el jardín privado del paisajista Leandro Silva, El Romeral de San Marcos, en Segovia. Aprovecho para documentarme y compartirlo.


Leandro Silva Delgado (Salto, Uruguay, 1930 – Segovia, 2000), es el paisajista más destacado de la segunda mitad del pasado siglo en España. Con conocimientos de pintura y grabado, estudió Arquitectura en Montevideo, Diseño en Berkeley y, becado por el gobierno francés en 1961, Paisajismo en la Escuela Nacional Superior de Paisaje de Versalles, donde fue profesor de Proyectos en los años siguientes.

 
Su larga carrera de cuarenta años, con más de 250 proyectos, supuso la introducción de las principales corrientes del paisajismo del siglo XX en nuestro país, en especial de la tendencia biomórfica, que logró conjugar con los principios estructurantes del jardín español. Amigo personal de Roberto Burle Marx desde mediados de los años cincuenta, con el que colaboró esporádicamente, Silva constituyó la principal conexión europea con el gran maestro del paisajismo y fue uno de sus continuadores más representativos. Su triple faceta de paisajista, artista plástico y arquitecto le permitió la consecución de una obra rigurosa, arraigada en su medio y de gran creatividad.
 

Establecido en Madrid desde 1969, compaginó su faceta profesional con la docente, tanto en el Centro de Estudios Urbanos del Instituto de Administración Local como en la Escuela de Paisajismo de Batres, la Universidad Menéndez Pelayo o el Círculo de Bellas Artes, durante prácticamente tres decenios. Entre sus obras principales destacan la plaza de Pérez Galdós en Las Palmas de Gran Canaria, el parque de Logroño en Burgos y, en Madrid, la restauración del Real Jardín Botánico, los jardines de la Torre Picasso, el parque de Palomeras, los jardines del Banco de España en Canillejas y el monumento a Gregorio Marañón en la Ciudad Universitaria. Colaboró, además, con importantes arquitectos del momento, como Corrales y Molezún o Antonio Fernández Alba, y con diversos artistas plásticos, como Pablo Serrano.

Jardín Botánico de Madrid, España
«La actividad de mi estudio – escribió Silva Delgado – se ha ido consolidando con trabajos que responden a problemáticas muy variadas. Progresivamente me he ido comprometiendo en el estudio de todos los caminos de la percepción que de laguna u otra manera inciden en el fenómeno jardín, en su lenguaje, en su dinámica. desde hace algunos años he comenzado a sentir la limitación de ciertas actividades esteticistas y pintorescas en la creación de un paisaje y me ha llegado a molestar la distorsión que se produce al forzar todos los medios expresivos del jardín hacia los aspectos estrictamente visuales. Algunas experiencias llevadas a cabo ya hace años, como la creación para una institución de ciegos, me ha permitido indagar el campo sensorial más amplio (…) «teniendo en cuenta también los olores, los sonidos, el tacto, el gusto«. Y agregó: «De esa manera fui descubriendo las numerosas variaciones a las que se puede llegar simplemente con el cambio de textura de los senderos de un jardín, la arena, el césped, la gravilla, el cemento… llegando así a la identificación de cada ámbito simplemente a través de la sensación producida por el suelo que se pisa. Las zonas frescas y sombreadas, las abiertas y cálidas, la textura de las hojas y las ramas, la elección de las especies utilizadas en setos y masas arbustivas, tan en contacto con el usuario del jardín, me permitieron controlar y modelar texturas a veces muy suaves y flexibles y otras veces más duras e hirsutas. El sonido del follaje de las diferentes especies arbóreas como parámetro ambiental me ha llegado a interesar hasta la obsesión. Todo lo que va desde el sonido del viento en un grupo de pinos o casuarinas al alegre roce de las hojas de los álamos, o el ruido de la lluvia sobre un filodendro o un bananero, debe estar rigurosamente controlado.»
 
Jardín del Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo, Uruguay
Pero también los viajes por el Oriente Medio fueron instructivos. «El conocimiento de algunos jardines del mundo musulmán al que he ido accediendo a través de mis viajes a Andalucía y a Mallorca, donde trabajo en forma regular y constante desde hace quince años, he tenido ocasión de constatar la vigencia y el ajuste de los elementos de la composición de los jardines hispano-musulmanes. Marruecos primero y Arabia Saudí después, fueron completando esta experiencia. Fue así como le he dado todo su valor al sonido del agua de los surtidores pero también al perfume de la rosa y del jazmín, del mirto y del romero, por ejemplo».
 
De esa sucesión de experiencias, donde tiempo real juega un papel esencial, pues un jardín nunca está terminado y se modifica a pesar de las intenciones de control del creador, se nutrió el talento de Leandro Silva Delgado, autor, entre otros muchos, del jardín del Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo, curiosamente con un diseño rígidamente geométrico en un artista que se caracterizó por las composiciones abiertas.
 
Jardines de Azca, Madrid


A este respecto, es notable el conjunto de jardines privados repartidos por toda la geografía española, así como su participación en planeamiento urbanístico y proyectos medioambientales. Ahora bien, su obra más personal es, sin duda, su propio jardín en la ciudad de Segovia, el Romeral de San Marcos, espacio experimental de gran complejidad y rara perfección. Como artista plástico fue seleccionado para representar a Uruguay en la Bienal de Sao Paulo y en la Bienal Hispanoamericana de Barcelona, y expuso repetidas veces en diversas galerías y museos.

 

LEGADO: El archivo profesional de Leandro Silva ha sido donado por su viuda, Julia Casaravilla, a la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (UPM) y está depositado en su biblioteca. El legado está compuesto por material gráfico y escrito de naturaleza diversa: planos y dibujos, memorias, pliegos de condiciones, mediciones y presupuestos, material fotográfico, cartas, postales y correspondencia varia, recortes de prensa e información sobre acontecimientos relacionados con la actividad del paisajista (exposiciones, congresos, etc.) y documentos relativos a viajes y visitas de obra.


En la pasada exposición de Roberto Burle Marx en la biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, de la que hice un ‘post‘, se expusieron también los diferentes documentos que cedió Julia Casaravilla a la Escuela. Ésta fue la muestra.

 

«Hace algo más de treinta y dos años, me encontraba frente a Burle Marx en su estudio del barrio de Leme en Río de Janeiro. Había viajado a Brasil con motivo de la Bienal de Sao Paulo para la que fui seleccionado como pintor entre otros artistas uruguayos. El viaje además, tenía un motivo que le otorgaba cierta importancia: conocer personalmente la obra del gran paisajista brasileño, encontrar quizás en ella la referencia para mi incipiente vocación de paisajista. En ese invierno de 1955, frecuenté el estudio de Burle Marx y su prodigioso vivero en el Sitio do Santo Antonio da Bica. Conocí sus colecciones de aráceas. Su fervorosa pasión por la flora brasileña. Su personalidad de pintor y fino dibujante. Regresé al Uruguay. Mi vocación por la pintura se fortaleció. Había descubierto en la jardinería un ámbito amplio y sugestivo con el cual me sentí definitivamente comprometido. Así fue como empecé a recorrerlo…»

Madrid, verano de 1987

 



¡Saludos!


Fuente:
– Biblioteca de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid
Grupo de Investigación de Paisaje Cultural

 
 

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