No quería dejar de publicar un entrada del Palacio de Carlos V de la Alhambra, que aunque no tiene ni jardín ni ninguna planta, su arquitectura y su historia, que ahora veréis, hacen de este espacio un lugar imponente y mágico donde poder soñar…
Dueño ya de América y casado en Sevilla con la infanta Isabel de Portugal, Carlos I de España y V de Alemania trasladó su corte a las casas reales de la Alhambra, para pasar en ellas el verano de 1526. El Emperador tuvo entonces el propósito de hacer de Granada uno de sus puntos de residencia y para ello proyectó construir un nuevo palacio, con mayores comodidades y más espacio que el alcázar árabe, acondicionado para el invierno. Se llevó a cabo así una de las más nobles creaciones de la arquitectura de pleno Renacimiento y, tal vez, la más hermosa que pueda hallarse fuera de Italia y el primer gran palacio real de los monarcas españoles, que hasta entonces sólo contaban con los de Toledo y Madrid, carentes de grandeza y unidad y con más recuerdos de fortaleza que de alcázar cortesano.

 

Las obras se encargaron al arquitecto y pintor toledano Pedro Machuca, que estuvo en Italia estudiando con Miguel Ángel y que trajo a España, hacia 1520, el gusto por el Renacimiento. Ya trabajaba en Granada como retablista. Machuca    murió en 1550 y le sustituyó su hijo Luis que continuó con el proyecto de su padre.
Tras una sublevación de los moriscos (1568) que obligó a suspender todos los trabajos, en 1579, y por orden de Felipe II, se reanudaron las obras bajo la maestría de Juan de Orea, a las órdenes de Juan de Herrera, pues Machuca había fallecido 7 años antes.
Orea fallece en 1583 y le sustituye Juan de Minjares, aparejador de de los palacios de Aranjuez y de la iglesia, pórtico y fachada de El Escorial. En 1599 muere Minjares y se encarga de la obra Juan de Vega, aparejador del fallecido. En los siguientes años apenas se tenían recursos económicos para la construcción del palacio y se desarrolló lentamente, hasta que, muerto Vega, en 1612, se nombró maestro a Pedro Velasco, que falleció en 1619 y le sucedió Francisco de Potes, maestro mayor de la Orden de Alcántara. Éste tuvo discusiones técnicas con otro maestro, Bartolomé Fernández Lechuga, y se llegó al acuerdo de hacer la escalera proyectada por Lechuga pero se mantenían las órdenes de Felipe II de que se rematase la edificación con balaustres, pedestales y bolas. A la muerte de Potes en 1637, y con los pocos recursos económicos que contaban las obras reales, hicieron fracasar los propósitos y las actuaciones de Lechuga, sucesor de Potes, hasta 1644 en que falleció.
Diego de Oliva y los demás maestros que le siguieron, sólo pudieron hacer pequeñas reparaciones y cubrir con tejados parte del edificio, pero la disminución de presupuesto hizo que en unos cuantos años el palacio se hallase en lamentable abandono, se derrumbasen sus techos y quedase a la intemperie.
En la segunda mitad del siglo XVIII se pensó en recuperar estos daños y la Real Academia de Artes de San Fernando quiso publicar los planos rectificados para reanudar las obras y cubrir el palacio, pero pasaron los años con propuestas fallidas, hasta que en 1927 el entonces Director General de Bellas Artes, Conde de las Infantas, proporcionó los medios necesarios, cubriendo con techo horizontal, de 1929 a 1931, de hormigón armado, decorando y solando con mármoles de Sierra Nevada cuatro de las salas del palacio. Así que el palacio se ha salvado de la ruina, completándose la obra en 1957, bajo la dirección del arquitecto de la Alhambra, Francisco Prieto Moreno (que también diseñó el anfiteatro de las huertas del Generalife) reintegrándose al edificio las cubiertas de teja para evitar las filtraciones y humedades que se producían en la azotea.
Y después de este devenir de muertes, maestros, aparejadores, planos y proyectos, el Palacio de Carlos V, que evidentemente él no  vió  terminado, tras muchos siglos de obras, ha resultado un edificio de cantería, de planta cuadrada, y con patio circular inscrito en su interior sin precedentes en ningún otra construcción.

 

La sobriedad del cuerpo bajo realza la belleza escultural del segundo, en el que Machuca juega con sus elementos arquitectónicos y destaca la grandeza y la gracia de las portadas, de fábrica admirable.

De estos dos cuerpos que consta el edificio, el interior es de orden toscano de obra almohadillada o rústica, con sillares picados y salientes pilastras en las que se insertan, a la manera florentina del siglo XV, grandes anillones de bronce para atar los caballos. Los anillones que están hoy no son los originales pues fueron robados y se han repuesto recientemente. En los espacios intermedios de las pilastras se abren ventanas rectangulares y, sobre ellas, otras ventanas en forma de círculo.
El segundo cuerpo está mucho más ornamentado y bajo las ventanas circulares se abren balcones con dinteles adornados de guirnaldas de frutas y flores.
La parte central de las dos fachadas principales la ocupan magníficas portadas de mármol gris de Sierra Elvira, que son de lo más bello del edificio y del Renacimiento Español.
En el interior, el patio, en alto, es por su grandeza y suntuosidad, una de las más bellas creaciones del Renacimiento. Hecho por Luis Machuca según el proyecto del padre, de 1557 á 1568, su amplio círculo, de 30 m. de diámetro, ocupa el centro de la construcción y le rodea un pórtico con 32 columnas dóricas de piedra pudinga o “almendrilla del Turro” (Loja), proyectadas al principio de mármol blanco. Igual disposición ofrece la parta alta, con columnas jónicas apoyando un entablamiento de piedra de Elvira que forma un anillo de impresionante ejecución.
La inscripción del círculo del patio en el cuadrado de la construcción determina cuatro espacios, tres de los cuales se destinaban a escaleras, de las que sólo llegó a construirse la principal, terminada en 1635 según la traza de Fernández Lechuga, y el cuarto fue destinado a la capilla, de planta octogonal.
Hay muchísimos más detalles de los que podríamos seguir hablando pero creo que ya es bastante para que os podáis hacer una idea. Tampoco hice muchas fotos y muchas me salieron fatal con la lluvia, ¡pero así os dejo un poso de curiosidad para vuestra visita!
Me he dado cuenta de que cuando ves los palacios nazaríes la experiencia es de un palacio cuidado al detalle, todo es tan delicado y hay que esperar tanto para entrar, que cuando ves el palacio cristiano, al que se accede sin hacer cola, mucha gente no lo aprecia por su aspecto basto y rotundo, de piedra tosca y poco trabajada, (comparada con los mocárabes). Pero no olvidemos que es una joya del Renacimiento en España, que se empezó a construir en el siglo XVI y que debemos apreciarlo y disfrutarlo tal como es, y ahora que sabemos que ha costado tantos siglos de esfuerzo y empeño, personalmente, lo valoro aún más.
Espero que no os haya resultado aburrida esta entrada y que os haya servido para conocer un poco más a fondo parte de nuestra historia y nuestra cultura. Hoy ya se acaban estos post de la Alhambra, pero yo volveré, y espero poder contaros anécdotas interesantes y poder hacer fotos mejores (con mi nueva cámara que me trajeron los Reyes que puse en mi Instagram @isabelalguacil ;))
Nos vemos en la Alhambra.
Con cariño,
Isabel

 

Bibliografía
Antonio Gallego y Burín. Granada. Guía artística e histórica de la ciudad. Fundación Rodríguez-Acosta. 1961
Una joya.
 

GranadapatiorenacimientoS.XV

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